Sofía Majan Capilla, compañera de clase hasta 8º EGB. Su nombre completo con dos apellidos como cada vez que nuestros profes pasaban lista en clase.
Amiga. Pero una amiga de esas de las de “toda la vida”.
Va y me llama el año pasado y me dice: “Me casooooo”.
Y recuerdo que lo segundo que le dije fue: “Yo fotoooos”.
(Lo primero fue “enhorabuenaaaaa”, ¡por supuesto!)
Confiaron tanto en mí que ni una sola vez me dijeron qué les gustaba o me enviaron alguna foto de muestra. No preguntaron ni exigieron nada.
Sentí que jugaba en casa y que podía hacer lo que más me apetecía hacer: ofrecerles el mejor recuerdo que tendrán de uno de los mejores días de su vida.
La noche anterior a todas las bodas tengo muchos nervios y suelo dormir poco. En la boda de Sofía hice récord de menos horas ¡casi seguro!
Hicieron un boda muy íntima, sólo con su familia más cercana. Eligieron el hotel más bonito de mi ciudad, Hostal Landa en Burgos.
Este sitio es… indescriptible sólo con palabras, espero haber conseguido capturar un poco de su esencia con mis fotos.
Y su piscina… Un sueño.
Cada habitación es diferente, lo que hace que para nosotros los fotógrafos sea un placer el momento de los preparativos.
Sofía llevaba un precioso vestido de dos piezas de la firma OTADUY que acompañó con una bomber bordada con la frase “I DO”, zapatos de FLOR DE ASOKA y ramo de FLORISTERÍA PALMERO.
Casi lloro de la emoción, estaba impresionante.
Pablo llevaba un traje de HUGO BOSS que le quedaba como un guante.
A las 17:00h llegó Pablo al teatro principal (lugar donde se celebró la ceremonia civil) y después Sofía, que con los nervios ¡se había olvidado el ramo en el hotel! Así que tuvieron que volver y llegar tarde a casarse.
Me encantó verla muerta de risa antes de entrar en el Salón Rojo.
Dicen que en Burgos hay dos estaciones: la del invierno y la del tren.
Cuando nos despertamos el cielo estaba gris y nublado y cómo buenas burgalesas dimos por hecho que iba a llover, como casi siempre, pero… ¡no! Resultó que justo cuando acabó la ceremonia civil salió un radiante sol que nos iluminó durante la sesión de fotos y nos regaló el mejor atardecer desde la piscina más bonita del mundo.
Cuando el sol se había escondido y el jamón se había acabado, pasamos al salón, cenamos de rechupete, celebramos el cumple de la prima de Sofía y nos fuimos a dormir.
Todos nosotros en una nube porque había sido un día precioso, lleno de emoción, intimidad y familia.
Diréis, ¿y la fiesta? La fiesta la dejaron para el siguiente fin de semana en Barcelona, ciudad donde viven, pero… eso es una historia que contaré en otro post porque... más que una fiesta fue ¡un fiestón!
¡Enhorabuena chicos!